BARLEY, NIGEL
Tras el desopilante relato de su «trabajo de campo» con la tribu de los dowayo, en Camerún, el autor de El antropólogo inocente nos cuenta su regreso a tierras africanas. En el primer viaje no había conseguido asistir la la ceremonia de la circuncisión de los jóvenes dowayo, un rito de paso fundamental para la cultura de esta tribu, y que sólo se celebra cada seis o siete años, y ahora vuelve para presenciar -y estudiar- la ceremonia. Armado con pasteles de Navidad y un muy inglés queso Cheddar, Barley -afortunadamente para el lector- se encontró desde el primer momento con dificultadeinesperadas.Por ejemplo, le resultaba imposible reconocer a ninguno de los dowayo con quienes había convivido durante el primer viaje. Claro, por aquel entonces los distinguía por el color de la camisa -los dowayo llevaban siempre la misma hasta que se deshacía en jirones-, y ahora, años después, todos tenían camisas nuevas. Pero, después de todo, ¿quién ha dicho que un antropólogo deba ser un buen fisonomista? Después, mientras esperaba en la aldea que le confirmaran la tan anhelada fecha de la circuncisión, llegaron a sus oídos rumores sobre otra ignota tribu, los ninga, cuyos hombres, al parecer, practicaban otra mutilación ritual, esta vez de los pezones. Y hacia allí partió Barley para verificar tan nebulosa información. Y con esta irreverente, iconoclasta crónica de sus peripecias antropológicas, el autor nos confirma que es un agudísimo e inteligente observador de diferentes realidades y culturas, y uno de los escritores más regocijantes que nos ha deparado la literatura inglesa en los últimos años.